RICARDO FERNÁNDEZ MURCIA./ La Verdad
El cruce de denuncias, que ha acabado con la buena relación que mantenían ambos empresarios, deriva de la compraventa del Grupo Hispania en 2008
Casanova exige 50 millones a Carabante, quien a su vez reclama 150 millones al primero
Casanova exige 50 millones a Carabante, quien a su vez reclama 150 millones al primero
Los expertos en biología marina son conocedores del truculento estado de éxtasis en el que llegan a entrar los tiburones ante el olor de la sangre: lanzan dentelladas a diestro y siniestro y pueden llegar a devorarse entre sí, y casi sin ser conscientes de ello. Trinitario Casanova y José Ramón Carabante son dos veteranos tiburones de las finanzas y de la empresa. Y al olor del dinero, que es el elemento que a ambos mueve y alimenta en sus operaciones y negocios, a nadie debe extrañar que al final hayan acabado dándose de mordiscos.
El enfrentamiento deriva de la operación de compraventa del Grupo Casanova, que se cerró en el verano del 2008. Trinitario Casanova, propietario del citado emporio, había cifrado en 650 millones de euros el valor global de sus posesiones, de forma que cuando se lo ofreció a su 'amigo' José Ramón por unos 360 millones, éste no pudo por menos que considerar que estaba haciendo un magnífico negocio.
La operación se cerró gracias a un préstamo del Banco Popular, del que curiosamente Casanova era uno de los accionistas más destacados, y Carabante pudo añadir de esa forma a sus ya amplias posesiones del Grupo 2002 diversos bienes: un buen número de bajos comerciales situados en importantes avenidas de varias ciudades, un centro comercial en Móstoles, terrenos y proyectos urbanísticos en Latinoamérica... y el imponente inmueble -Edificio Casanova- que se levanta en la plaza de la Fuensanta de Murcia y en el que ambos compartían vecindario (Carabante tenía alquilada allí una vivienda).
Las sospechas de éste sobre las virtudes de la adquisición comenzaron a aflorar cuando empezó a encontrar lo que denomina como «vicios ocultos». Entre ellos, en apariencia, reclamaciones de Hacienda por impuestos impagados, correspondientes a los años 2002 y 2003, de los que el antiguo dueño del Grupo Hispania no habría informado y que debían ser asumidos por el nuevo dueño.
«Eran 17 millones por un lado, más la multa por otro, más otros problemas..., todo lo cual puede llegar a sumar más de 50 millones de euros», explicaba ayer a este periódico José Ramón Carabante, con el fin de explicar las razones por las cuales, sumadas a otros «vicios ocultos» que no desvela, se decidió a presentar una denuncia de reclamación de 150 millones de euros.
El escrito fue interpuesto ante un tribunal de arbitraje, que es la jurisdicción a la que ambos empresarios, en el momento de firmar el contrato, habían acordado someterse en caso de discrepancia.
Denuncia contra denuncia
A esta reclamación, que está pendiente de resolución, acaba de responder ahora Trinitario Casanova con otra denuncia, por la que exige a Carabante que le abone 50 millones de euros que éste ha dejado de pagarle. Ese dinero constituye la mitad de un ingreso de 100 millones de euros en metálico, que el propietario del Grupo 2002 se comprometió a satisfacer como parte del pago por el Grupo Hispania.
Carabante reconocía ayer que esa cuantía está pendiente de abonar. «Si yo le estoy reclamando 150 millones, no le voy a estar pagando ese dinero», razonaba ayer el comprador, quien al ser preguntado por esos «vicios ocultos» de la operación vino a reconocer que se sentía engañado. «Lo que está claro es que me ocultó información».
Este diario no logró contactar ayer con Casanova para conocer su versión de los hechos, aunque fuentes de su entorno confirmaron la presentación de la denuncia contra José Ramón Carabante.
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